sábado, 26 de enero de 2013

Quédate conmigo, porfavor.

A veces pienso como sería mi vida si no la hubiera conocido, ¿habría sido tan patética?. Nunca lo sabré, porque ya era demasiado tarde. La conocí en mi taquilla, mientras unos chicos me acosaban, ella intervino y paró a los chicos, paró el mundo, paró mi corazón. La chica se presentó y pidió disculpas por lo que hicieron sus amigos. No le dí importancia, solo me fijaba en ella en ese momento, no podía dejar de mirarla, era inevitable no hacerlo.

Me terminé enamorando de esa chica, pero no tenía ninguna oportunidad de llegar a nada con ella, por eso intenté ser su amigo, pero el miedo al rechazo me echó hacia atrás. Pasaban los días y aún seguía enamorado, pero como siempre, había un problema, ella tenía novio; él era guapo, alto, fuerte... no me podía comparar con él, yo era todo lo contrario. A cada momento estaba pensando en ella, su imagen no se iba de mi cabeza, era imposible olvidarse de esta chica, porque la quería, porque daría mi propia vida por ella, porque era quien alegraba mis tristes días con una sonrisa.

Pasaron los años, todo seguía igual, excepto mis sentimientos, cada día que pasaba la quería más, era tan preciosa como un tulipán en un jardín en plena primavera, ella era esa flor que producía oxígeno para poder respirar. Me faltaba la respiración cuando se encontraba lejos, no quería perderla, aunque nunca la había tenido. Durante unas semanas dejó de asistir a clase, me sentía preocupado por ella, hacía tiempo que no la veía, mi corazón se entristecía cuando no la sentía cerca. Los rumores de que se encontraba muy enferma circulaban por todo el instituto. No aguanté más y decidí ir a visitarla para ver como se encontraba. Gracias a mis conocimientos de informática y un poco de astucia, conseguí averiguar su número de expediente y con él, la dirección de su casa. Al salir de clases, fui directo a visitarla.

Cuando llegué al lugar, llamé a la puerta un par de veces, hasta que al fin conseguí que abrieran la puerta. Hablé con uno de sus hermanos, el cual, me dijo que se encontraba enferma en el hospital, a la espera de un donante de corazón. Me sentí muy mal cuando me contó todo, por eso, le rogué que me dijera la dirección del hospital donde se encontraba. Después de un tiempo insistiéndole, terminó diciéndomelo.

Regresé a casa y me tomé una ducha rápida, me vestí y fui en dirección al hospital. Cuando llegué, me dirigí a la habitación en la que se encontraba, y abrí aquella puerta que separaba a dos personas que nunca serían unidas por el destino. Ella se encontraba acostada en una cama, dormida. Cogí su mano y, repentinamente, empecé a llorar. Ella abrió los ojos y sacó una gran sonrisa, como si se alegrara de verme. Me secó las lágrimas con una de sus manos y me dijo que dejara de llorar, que una persona tan fuerte como yo no debía de hacerlo.

Me dio las gracias por haber ido a visitarla y me dijo que ninguno de sus amigos ni su propio novio habían ido a visitarla. Me contó que admiraba la fuerza de voluntad que tenía al resistir las burlas y el abuso de los demás compañeros sobre mí. Le contesté que la mejor forma de librarse ellos es ignorarlos, ya que solo buscan llamar la atención y si le sigues el juego, continuarán con él. Me contó que estaba esperando a un donante de corazón, pero que no encontraban a ninguno, le quedaban solo unas semanas de vida. Impactado, solo me quedó darle ánimos y suerte. Mantenía la esperanza de que alguien arriesgara su vida por ella. Pero me equivoqué, nadie tuvo el valor de hacerlo, le quedaban solo unas horas de vida, por ello, decidí entregarle mi corazón, ya que ella hacía que latiera, y si no estaba, dejaría de hacerlo.

Me presenté como donante. Me sentía nervioso, pero estaba seguro de lo que hacía, su vida era más importante que la mía. El mundo no echaría en falta una pérdida tan insignificante como la mía, pero tal vez la de ella sí. Los médicos se apresuraron para hacer el transplante, pero no les dió tiempo, la chica falleció antes de lo previsto, no pude salvarla.

Después de aquel momento, no hay día en el que no piense en ella. Era la fuerza de voluntad que me permitía seguir adelante, era la esperanza de poder ser feliz, era el sueño que perseguía, pero ese sueño se había convertido en una pesadilla, que recorre mi cabeza día a día. 



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