jueves, 3 de enero de 2013

Perdido en tu sonrisa.

Como todos los años, al acabar el curso, mi tío solía llamarme para pasar el verano con él en su casa de madera, que se encontraba cerca de un bosque, apartado de la gran ciudad. Un lugar donde no se oye el ruido de los coches, donde no se respira el aire contaminado, un lugar donde la tranquilidad abunda en cada rincón por el que pasas.

Llegó el día, me desperté entusiasmado, hice las maletas y me senté en los escalones de la puerta de mi casa esperando a que mi tío llegara. Cuando lo hizo, me despedí de mi familia y me monté en su coche, dirigiéndonos al lugar que tanto ansiaba ver de nuevo. Cuando llegamos, ayudé a mi tío a bajar el equipaje y lo acompañé hacia dentro, dejé las maletas encima de la cama y salí fuera de la casa para contemplar el lugar en el que me encontraba. Era extraordinario, nada había cambiado, todo seguía de la misma manera, como todos los años. Parecía como si aquella imagen se hubiera congelado en el tiempo. El aire era muy puro, los pájaros cantaban felizmente sin miedo a que algún día fueran atrapados por ese ser cruel llamado hombre, la gran naturaleza que abundaba en todos los rincones. Era todo tan perfecto que comprendía porqué mi tío decidió construir su casa en ese lugar.

Mi tío trabajaba en la caseta de al lado, dedicaba su tiempo y su vida dentro de ella, se tiraba largas horas investigando. Nunca comprendí sus investigaciones, hasta hace unos meses. Una mañana, me levanté temprano para explorar el paisaje y adentrarme un poco más en él. Salí de la casa y eché a andar por medio de la vegetación que encontraba a mi paso. Cada paso que daba, cada movimiento, me hacía sentir libre, me hacía sentir un navegante por medio de la mar, totalmente relajado, totalmente tranquilo. A lo lejos vi un arbusto moverse, me apresuré para ver que era, me acerqué y moví la planta. Repentinamente, salió un ser corriendo hacia delante, me quedé asombrado, debido a la belleza que desprendía. Acto seguido, fui detrás de él, con la esperanza de poder conciliar una figura más concreta. 

Fue una carrera intensa y fortuita, ya que ese ser se tropezó con una de las raíces de un árbol que sobresalía en el suelo. Su cuerpo desnudo chocó contra la tierra, haciendo que ganara unos segundos para alcanzarlo, me detuve, estaba a su lado, me agaché y le pregunté si se había hecho daño, me respondió tocándose la rodilla. Tenía una gran herida, cogí un trozo de mi camiseta y se la tapé, con el fin de parar la hemorragia. Me quedé embobado al verla, se podía distinguir su sexo, era una chica de mediana edad, pero era diferente, sus ojos eran más grandes de lo normal, era muy alta, solo tenía tres dedos en cada mano, al igual que en los pies. Me quedé fascinado, le pregunté de dónde venía, me respondió con palabras inentendibles, las cuales, se me hacían imposible comprenderlas. Esta chica no hablaba nuestro idioma, no tenía los mismos rasgos físicos que cualquier ser humano, era distinta, tal vez fuera eso por lo que mi tío pasara tanto tiempo buscando e investigando sobre ella.

La llevé a casa, apoyada en mis hombros, ya que no podía caminar adecuadamente debido a la herida que se había hecho. Llamé a mi tío para que abriera la puerta, al abrirla, quedó fascinado, se le cayó al suelo la taza de café que sostenía en la mano. El nerviosismo empezó a recorrer su cuerpo, titubeó unas palabras, después, se acercó a la chica, la cogió y la llevó dentro de casa, donde la acostó en una cama, cogió su botiquín y le desinfectó la herida. A la mañana siguiente, mi tío y yo investigamos a aquella chica, estaba muy tranquila, a pesar de encontrarse con dos completos desconocidos.

La chica me miraba de forma extraña y me sonreía cada vez que la miraba. Esa sonrisa me mataba, no era una sonrisa cualquiera, era radiante y espectacular, esa sonrisa era un flechazo directo hacia mi corazón. Desde hace unas semanas empezaba a sentirme extraño, esa chica había conseguido llegar hacia lo más profundo de mi interior, consiguiendo formar una parte de él. Definitivamente, estaba enamorándome de ella.  Pasaban las semanas, los días, las horas. El verano se estaba acabando, y mi amor por ella seguía aumentando. No podía estar ni un segundo separado de su lado, cuando lo hacía, me sentía vacío por dentro. Había conseguido que esa chica se acostumbrara a nuestros hábitos, a nuestras costumbres, además, comenzaba a decir algunas palabras en nuestro idioma. No quería que terminara ese verano, no quería despertarme de ese sueño en el que me encontraba profundamente dormido. Dejé que ella fuera todo para mí, me dejé llevar por el amor, que me tenía prisionero entre sus rejas.

Desvelado en medio de la noche, me levanté a hacerme un café y a ver un rato la televisión, subí las escaleras y me acerqué a la habitación donde se encontraba la chica, la puerta estaba abierta, entré a la habitación y no había nadie en ella. Mi corazón se estremeció, había recibido un gran golpe, empecé a preocuparme, bajé las escaleras a toda prisa, la puerta principal también estaba abierta, su ropa estaba tirada en el suelo. Me quedé paralizado, la chica se había escapado. Miré como último recurso en la caseta de al lado, como esperaba, no había nadie. Cogí mi mochila, agrupé todas mis fuerzas y, derramando lágrima por lágrima, eché a correr por medio de ese bosque. Desesperado, gritaba con todas mis fuerzas mientras corría sin parar, con la esperanza de que me escuchara. No veía nada, la oscuridad me nublaba la visión, estaba perdido en medio de la noche en un bosque, en el cual, habitaban animales peligrosos por el día y por la noche. Cansado, no podía seguir adelante, me acosté en el suelo, derrotado por el sueño y la incapacidad de seguir adelante. 

Me desperté atormentado por las pesadillas que tuve en la noche. No tenía fuerzas, necesitaba comer algo. Busqué por los alrededores algo de comida, pero no encontré nada. Caminaba deambulando por el lugar, sin ánimo, sin fuerzas. El deseo de poder encontrarla me ayudaba a seguir adelante, recordaba su pelo, sus ojos, y esa encantadora sonrisa, tan perfecta como todos sus rasgos.

Escuché un ruido extraño, provenía de detrás de mi, asustado, me dí la vuelta, pero no vi nada en ese primer momento. Seguí caminando, pero volví a escuchar ese sonido, sin pensármelo dos veces, me dí la vuelta, y esta vez, mis ojos vieron un ser repugnante y alargado, llamado serpiente. Se lanzó hacia mí, mordiéndome en el lado derecho de la cintura, lleno de dolor, caí rendido al suelo, no podía mantenerme de pie. No sabía que hacer, estaba perdido, no tenía comida, estaba herido y sin poder moverme, estaba llegando mi final, la muerte se acercaba hacia mi, arrastrando sus cadenas y cubierta con su velo negro. Desesperado, cogí mi mochila, abrí el cuaderno y escribí esta historia, con el fin de que alguien la encuentre y así, proseguir la búsqueda de esta chica, que hizo que perdiera la cabeza por ella, además de mi vida.




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