'Otro día más, la misma mierda', ésta es la frase que repito cada día cuando escucho el sonido del despertador.
Después de un largo día, enciendo el ordenador y reviso mis notificaciones, me encuentro con lo mismo de todos los días, esa persona sigue sin hablarme. A partir de ese momento, mi cabeza se llena de diversas cuestiones: ¿le hablo?, ¿espero a que me hable?. El miedo al fracaso rotundo me impide averiguarlo.
Los días pasan, estoy parado en el mismo semáforo en rojo, tal vez esté roto y por eso no cambie a verde, o quizás mi distorsión de la realidad me impide ver la salida. La misma imagen recorre mi mente continuamente, no puedo pararla, consigue dominarme física y emocionalmente. Más tarde, me entra el típico bajón que me hace ver el mundo de una manera más pesimista de lo normal.
El tiempo no corre a mi favor, me doy cuenta de que cada día que pasa es una oportunidad frustrada, no tengo el valor suficiente de enfrentarme a mis miedos, siento que me comen por dentro. Tal vez algún día me enfrente definitivamente a ellos, o tal vez me acompañen hasta el fin de mis tiempos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario